Héctor
Manuel Popoca Boone
11
enero 2019
Trazos
noticias
Opinión
La
estrategia para recuperar nuestra autosuficiencia alimentaria tiene dos grandes
vertientes sustentadas en la tipología de productores rurales de México. La
primera de ellas es recuperar la rentabilidad económica perdida; es decir,
convertir otra vez a la agricultura campesina una actividad económica cuyo
costo-beneficio sea positivo para la persona que siembra. En otras palabras, que
sea negocio dedicarse a la agricultura de los granos básicos. La segunda
vertiente derivada de la primera, es volverla sostenible y sustentable para
aquellos productores cuyas parcelas sean de auto consumo o para los que, una
vez asegurada su provisión alimentaria familiar anual, destinen excedentes a
los mercados regionales.
A
partir del reclamo campesino e indígena de que “el campo ya no aguanta más”, de
su paulatino deterioro económico debido al incremento constante en los precios
de los insumos agrícolas, aunados al creciente costo de la mano de obra en
tanto que los precios de sus productos cosechados permanecían invariables o de
plano iban a la baja, a consecuencia de la libre importación que se hacía del
maíz, frijol, trigo y arroz de otros países, principalmente de Estados Unidos y
de Argentina, a causa también de una competencia desleal y excluyente porque
los productores rurales allende nuestras fronteras, eran y son subsidiados por
sus gobiernos nacionales de origen.
La
estrategia de fomento a la producción del nuevo gobierno federal tiene un enfoque integral, a partir de subsanar las
distorsiones estructurales generadas en la producción nacional de los alimentos
básicos. Desde éste año, habrá apoyo gubernamental federal para subsidiar el proceso
productivo; desde la adquisición de los insumos agrícolas requeridos para la
siembra como lo son los fertilizantes químicos y/o orgánicos junto con la
semilla natural mejorada en sus nutrientes proteicos (en una segunda etapa);
así como en el acceso a las mejores artes tecnológicas que posibiliten elevar
la productividad por hectárea junto con otros insumos diversos requeridos;
además del acompañamiento técnico que brindaran agrónomos de nuevo tipo a los
que se les otorgará un salario remunerador y decoroso.
La
última fase del apoyo gubernamental federal será brindarle al productor rural
la certidumbre de un precio razonable para su cosecha; al establecer un precio
de garantía y la posible adquisición institucional, en caso de no tener un buen
comprador en los mercados regionales. Eso permitirá también erradicar la
intermediación innecesaria que encarece el precio de los granos básicos.
El
Programa Nacional de Fertilizantes en Guerrero tendrá su punto de arranque en
la región de Tierra Caliente, en febrero próximo, ante la presencia del
Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, al otorgar los
primeros bultos de fertilizante a beneficiarios de los municipios de
Pungarabato y parte de los de Coyuca de Catalán; tomando como base las asambleas
de pobladores productores de granos básicos que tendrán como principal punto
del orden de temas a tratar, la validación final del padrón de beneficiarios y
la constitución del comité pro-fertilizante respectivo, con la asistencia de
las autoridades civiles y agrarias locales, un visitador de la Procuraduría
Agraria y un servidor público de la SADER.
La proveeduría del fertilizante será
responsabilidad de la nueva empresa federal: Productora Nacional de
Fertilizantes (PRONAFER) y la distribución en Guerrero estará a cargo de la
también nueva empresa federal: Seguridad Alimentaria Mexicana (SEGALMEX), bajo
la consigna presidencial de hacer la entrega en forma directa e individual del
fertilizante al beneficiario, sin intermediarios de ninguna especie. El jefe
del Distrito de Desarrollo Rural 03, José Miguel Treviño Barrera, me indica que
el reto para la región de Tierra Caliente será atender alrededor de 70 mil
hectáreas de siembra de maíz grano blanco. Sin “moches” para entrar al Programa
ni “rasuradas” para recibir el fertilizante.
P.D. De nueva cuenta México recupera su prestigio
internacional que había perdido, cuando teníamos gobiernos federales
serviciales y lacayunos con tal de obtener la gracia ajena.